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lunes, 19 de septiembre de 2011

Los cuatro principios básicos para una vida exitosa (2ª parte)

La calidad de fe que conduce al hombre al estado de “merecedor” de las promesas de Dios es lo que llamamos “fe verdadera”.

Esta es caracterizada por la práctica de la Palabra de Dios, por la acción de sacrificar en las campañas, por la determinación de
seguir adelante, aún delante de las adversidades, por la audacia de soñar alto, incluso delante de las adversidades del país.
La fe verdadera motiva al cristiano, lo anima a enfrentar los grandes desafíos y lo lleva a la presencia de Dios. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”, (Hebreos 11:6).

Celar por la honestidad no es apenas una cuestión de prncipios, es una obligación de todo aquel que dice ser cristiano. El engaño, la estafa y la torpeza no pueden formar parte de lo cotidiano de su empresa, pues sin la credibilidad de sus clientes usted estará predestinado al fracaso.
¡No vale la pena colocar su honestidad en juego a cambio de migajas! Antes, esfuércese para mantener el buen nombre de su empresa delante de sus clientes. Preocúpese en dar seguridad a los clientes y no en enriquecerse con la miseria ajena.

Ser honesto con los clientes, empleados y proveedores es el ejemplo más genuino del carácter de un empresario cristiano. Me arriesgo en afirmar que el hombre deshonesto jamás fue cristiano, y voy más allá, ¡él jamás será bendecido por Dios! Como dice la Biblia: “El camino del hombre perverso es torcido y extraño; mas los hechos del limpio son rectos.”, (Proverbios 21:8).

Finalmente, aprender constantemente debe ser considerado una táctica de supervivencia en el disputado mercado actual para el empresario que desea tener éxito. Si nos detenemos para analizar la situación actual del país, e incluso del mundo, llegaremos a la conclusión de que hay necesidad de perfeccionamiento constante. Sin ello, ninguna empresa logrará mantener la competitividad.

Haga cursos de gestión empresarial, de actualización contable, participe de conferencias sobre administración, en fin, busque estar siempre listo para aprender cosas nuevas.

Olvídese del desánimo, no crea que es tarde para aprender. Todos se están esofrzando para adquirir nuevas técnicas de trabajo, ¡aprenda también! Es tiempo de plantar y regar. Las cosechas vendrán después: “Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;”, (Eclesiastés 3:2).

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