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lunes, 16 de diciembre de 2013

Desahuciados, encontraron una salida a través del sacrificio

Pablo y Karina llegaron a la Universal completamente destruidos. Ella estaba enferma y él, sin estímulos para buscar una salida: “En 2002, cuando estaba embarazada de mi tercer hijo, me detectaron cáncer linfático, un linfoma de Hodgkin. Mi esposo estaba desempleado, no tenía ganas de trabajar, llevaba una vida de soltero”, cuenta ella.

“No quería levantarme temprano, hacía lo que quería y cuando quería. No había tomado conciencia de mi responsabilidad con la familia”, confiesa Pablo.

“Terminamos viviendo de prestado, en una casilla muy precaria, sin baño ni ventanas. Me deprimí mucho, llegamos a no tener para comer, le debía plata a medio barrio.

La aparición de la enfermedad fue el punto crítico en mi vida. Cuando el médico me dijo que tenía cáncer también me dijo que debía abortar, porque sino no podían aplicarme quimioterapia, pero no lo hice. Empecé el tratamiento y adelgacé muchísimo, se me caían las uñas, el pelo, no comía y mientras tanto, seguíamos viviendo en la casilla. Pensé muchas veces que no había más esperanzas para mí.

Mi suegra nos invitó a la Universal y vine pensando que era mi última puerta. Escuché y creí la profecía, empecé a pensar que podía alcanzar mis sueños. Durante la Campaña de Israel decidimos sacrificar”, recuerda Karina.

“Hubo un quiebre en nuestra situación. El cáncer desapareció, nos independizamos, conquistamos nuestra casa, el auto, nuestra empresa, poco a poco, campaña tras campaña todo cambió. La empresa crece y gracias a Dios estamos muy bien”, finalizan felices.

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