Si bien José contaba con los medios para que su situación económica
fuera estable y próspera, su realidad era otra, estaba trabado y pasando
necesidades que lo llevaron a sentirse frustrado. Pero, a partir del
momento en que decidió probar a Dios, pudo ver Su grandeza en la vida de
calidad que pasó a disfrutar junto a su familia.
“Económicamente estaba mal porque aunque era propietario de un camión
y trabajaba para una buena empresa, cuando llegaba el momento de cobrar
los cheques, no tenían fondos. Se me atrasaban las cargas sociales, el
seguro y las cuentas corrientes del combustible.
Alquilábamos y tuvimos que irnos a vivir de prestado porque no
podíamos pagar el alquiler. Pasamos necesidades, había traído un hijo al
mundo y no podía comprarle los pañales, me sentía frustrado.
Mi esposa había comenzado a venir a la Universal, un día vine, hablé
con el pastor e hice según me orientó. Vendí el camión y vino otro
problema, mi esposa me dijo que teníamos que separar el diezmo, y era
una suma importante. Entonces, como yo no entendía nada, no quería. Al
final, fuimos fieles, separamos el diezmo y ahí empezó a cambiar toda
nuestra vida.
De ser empleado pasé a tener mi comercio propio, antes cambiaba autos
por modelos de uno o dos años, ahora por autos 0 km. Tengo mi casa
propia, mis tres hijos van a un colegio privado, les podemos dar lo que
necesiten. Nuestra vida cambió rotundamente. Valió la pena la
perseverancia y la fidelidad, no desanimé delante de las luchas,
perseveré y alcancé la victoria. Lunes tras lunes, siempre estamos
firmes porque con Dios vencemos”, afirma José.
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