Valentín tenía una deuda de $ 120 000, ganaba $ 3000 al mes que solo
le alcanzaban para pagar los intereses. “No me alcanzaba para comer ni
para viajar a trabajar. Llegué al límite de colarme en el tren porque no
podía pagar el boleto”, recuerda.
Fueron tres años de injusticia, el abogado le decía que lo mejor era
rematar la casa, porque así, al menos, salía de la deuda. En una noche
de insomnio vio la programación de la Universal en la televisión. “Fui,
pero con dudas. Sin embargo, participé de la campaña del Santuario
porque necesitaba que Dios hiciera justicia en mi vida”, cuenta. A los
tres días lo seleccionaron para que fuera vendedor en la empresa. Era un
desafío porque debía hacer clientes en el interior.
“Bajé con la lista de precios y dije que era mi oportunidad. Empecé a
llamar a los clientes, no hubo pedidos en la primera semana pero
insistí y a los diez días los clientes a quienes había llamado empezaron
a llamarme para hacer los pedidos. Era la primera vez en la historia
que ese año la papelera vendía 32 000 kilos de bobinas de papel, yo
vendí 35 000 kilos de bobinas. El dueño no se explicaba cómo hice, pero
yo sabía que había sido Dios haciéndome justicia. No vendí la casa, pedí
un plan de refinanciación y saldé la deuda. Elegí a Dios como socio y
nunca me faltó nada. Remodelé toda mi casa con material de primera
calidad y hace cuatro meses logré comprar una camioneta 0 kilómetro”,
finaliza feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario