Cuando María llegó a la Universal, necesitaba ayuda, pues en su vida
había muchas trabas. Estaba sola y con tres hijos a su cargo, se
encontraba desempleada, por ese motivo no podía darles de comer a sus
hijos. “Mis hijos lloraban de hambre y yo no tenía nada para darles.
Cuando estaba trabajando en un séptimo piso, decidí tirarme por el
balcón, justo en ese momento había un testimonio en la radio que contaba
exactamente lo mismo que me estaba pasando, entonces, entré, me senté y
dije, si esa mujer salió adelante, por qué no probar”, recuerda.
Se acercó a la iglesia y comenzó a participar de las reuniones, su
hija tenía epilepsia y los médicos decían que iba a morir por las
convulsiones o iba a quedar en silla de ruedas. Decidió luchar por su
hija y comprobó el poder de Dios.
Fue difícil, iba caminando, porque no tenía para viajar, estaba enferma e iba a terminar con un cáncer de útero, pero luchó.
“Logré derrumbar las murallas luego de recibir una orientación y
perseverar los lunes, Dios me dio sabiduría y me mostró que yo podía.
Recuperé la autoestima y empecé a salir adelante. Mi hija y yo fuimos
sanadas, hoy tengo una casa para ir a descansar, tengo un negocio, me
compré mi departamento. Seguimos luchando y vamos por más, por
supuesto”, finaliza segura de las conquistas que vendrán.
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