Noemí y Gustavo tenían una desastrosa situación económica, tenían
cinco préstamos con el banco, estaban en la miseria, sin tener lo básico
para darles de comer a sus hijos. Si bien Gustavo hacía changas y Noemí
trabajaba, el dinero no les alcanzaba, esto provocó muchas peleas,
estuvieron a punto de separarse. Estaban enfermos, ella estuvo
depresiva, incluso pensaba en morir.
“Me cuestionaba, ¿hasta cuándo vamos a estar así? Una cosa llevaba a
la otra y se iban encadenando los problemas”, dice ella. “Yo me sentía
mal, no podía ingresar dinero para alimentar a mis hijos, tampoco podía
cuidar a mi esposa, vivíamos en un rancho que se llovía, no teníamos
cama, no teníamos nada, vivíamos muy mal”, afirma él.
Gracias a la invitación de una amiga comenzaron a luchar por ellos,
luego por su economía. “Dios nos fue guiando en todo, avanzábamos en la
fe, creyendo. No teníamos otra salida. Participando los días lunes las
murallas fueron cayendo de a una. Perseveramos, luchamos y salimos
adelante”. Primero fueron sanados y comenzaron a tener otra visión de la
situación, tenían objetivos. Luego, cambió la situación laboral de
ambos, él consiguió un buen empleo y ella prosperó en su trabajo.
Siguieron perseverando y lograron comprar su casa, su auto 0 kilómetro y
comenzaron a desarrollar emprendimientos que crecen cada vez más. Toda
su familia está bien, “valió la pena haber participado de las reuniones
de los lunes”, finaliza Gustavo.
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