Las murallas en la vida de Karina aparecieron en su adolescencia, su
padre perdió la empresa de un día para el otro. “No teníamos ni para
comer, fue desastroso, yo salía a trabajar pero ganaba muy poco”,
cuenta.
Se casó y vivían de un sueldo básico que no les alcanzaba ni para
cubrir los gastos de una semana. Ella quería trabajar pero había muchas
trabas, no tenía para darles de comer a sus hijos. Había muchísimas
murallas en su vida económica. “Cuando comencé a ir a la Universal
comencé a luchar para derribarlas. Mi esposo ya concurría, entonces lo
acompañaba. Empecé a hacer las cadenas y a confiar, decía, ‘si los demás
pueden, yo también, no es posible que viva en la miseria sin poder
darles de comer a mis hijos’. Mi esposo seguía trabajando en la fábrica,
pero, después de 21 años de trabajo, renunció y nos quedamos en la
total dependencia de Dios. Él puso una herrería, fue creciendo, después
una tornería y yo puse mi negocio. Así fuimos saliendo de todas las
deudas bancarias, de tarjetas de crédito, deudas de todo tipo, porque
sacábamos préstamos para comer”, recuerda Karina.
Puso su negocio, luchó, no se acomodó con la situación, se mantuvo
firme pese a las luchas. Junto con su esposo hicieron las cadenas y
fueron saliendo adelante, prosperaron los dos. “De una casa pequeña
pasamos a un tener un departamento, un piso completo, una camioneta 0
kilómetro, tornos de última generación y ampliamos los negocios. La
semana pasada abrí un negocio en Chascomús, ya tenemos todo para
trasladarnos allá. Es un lugar con poca competencia y vamos a
aprovecharlo al máximo”, finaliza sonriendo.
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